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Safo de Mitilene

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Safo de Mitilene Empty Safo de Mitilene

Mensaje por Epicuro Miér Jul 08, 2015 10:58 pm

Mitilene era un pueblito encantador construido sobre un promontorio, en el extremo oriental de la isla de Lesbos. Sus calles eran tan empinadas que, con frecuencia, tenían escaleras; y era común edificar una casa apoyándola sobre la terraza de la de al lado. Era famoso por sus panaderías y, escala obligatoria de todo viajero que fuese o viniese en la ruta del estrecho de los Dardanelos, vivían del comercio. Era un estado soberano: con un ejército de 300 hombres y una fuerza secundaria de veteranos y adolescentes de otros 100: que cumplían funciones de policía en tiempos de paz. Tenían su propia ley y gobierno. Ese país en miniatura se extendía algunos kilómetros en el campo. La población nativa griega era la única con derechos políticos; pero los ricos no eran ellos, sino los mercaderes de origen egipcio y fenicio. Esta situación generó muchos casamientos entre terratenientes griegos y mercaderes africanos. Fruto de uno de esos casamientos por poder, en 612 a.C. nació una niña a la que pusieron Safo.
Al nacer y antes de bautizarla, un sacerdote la levantó en el aire y solemnemente la penetró con un dedo: el fin de ese ritual era convertirla en “jamás-virgen”; requisito imprescindible para ser sacerdotisa de Afrodita.
Cuando tenía 6 años, la confederación lesbiana le declaró la guerra a Atenas: todas las fuerzas fueron concentradas en el punto de la isla donde se esperaba el desembarco ateniense. Las fuerzas secundarias fueron enviadas al estrecho de los Dardanelos. La edad de reclutamiento fue bajada a 13 años y, para poder movilizar todas las fuerzas, se llamó a filas a las mujeres para la defensa de las ciudades.
De modo que Safo se crió en una ciudad sin hombres: salvo por los niños, los ancianos y algunos esclavos. Acostumbrada a ver pelotones de mujeres con armadura patrullando los muros exteriores.

La educación intelectual de las mujeres era en ese entonces como mínimo igual a la que recibían los varones: pues el deporte y el entrenamiento militar no eran tan importantes en la educación de las niñas. Como sea: los deportes se mezclaban con Homero; el entrenamiento militar con la ciencia, en una mezcla bastante confusa.
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20 jovencitas de 12 años y otros tantos muchachos compartían buena parte del día el entrenamiento deportivo y militar completamente desnudos y luego se bañaban también juntos. Los amoríos entre muchachos y jovencitas, entre jovencitas o entre muchachos eran tema recurrente de chismes. Pequeños poemitas satíricos se componían sobre esos asuntos: y era de buen tono destacarse por el ingenio en esas burlas. Safo era particularmente buena en eso.
Un año después terminó la guerra y una multitud fue a recibir a los soldados que volvían a la isla: las jovencitas bromeaban acerca de su “excursión de cacería”. Pero la guerra no es precisamente una escuela de buenos modales: Safo quedó pasmada ante esos muchachos groseros y brutales que se jactaban de haber hecho cosas espeluznantes. En una carta a una amiga resumió en dos palabras la impresión que le causaron: “Moriré virgen”.

Sin embargo; uno de ellos le causó una impresión favorable: Alceo era un hombre de 20 años, que había publicado un libro de poemas compuestos en el frente. Satirizaba hechos de cobardía (generalmente propios), describía las costumbres del cuartel, el horror de los niños-soldado, los amores entre camaradas, un heroísmo que no procedía de no sentir miedo: sino de superarlo. Su escuela habían sido claramente esos poemitas satíricos en los que Safo destacaba, elevados a arte mayor. Safo vio en Alceo un modelo a imitar: Alceo había cantado la guerra como era en realidad: sin la idealización de Homero: ella sería la poeta del amor como era en realidad: sin la vulgaridad de la pornografía ni la afectación de la poesía romántica. Por lo pronto, se enamoró de Alceo, lo que era un buen comienzo.
El problema era que todo el resto de Lesbos también: Alceo era un seductor y todas las noches dormía con una mujer o un muchacho distintos. Alguien le fue con el chisme de que ella estaba enamorada de él, por lo que le prestó atención: Safo era casi una niña, con una estatura y delgadez extrema hasta para su edad y sus rasgos africanos no agradaban al gusto griego. Sin embargo; tenía una mirada intensa que cautivó al poeta. Alceo le declaró su amor públicamente en un poema. Safo lo rechazó con otro poema de respuesta: mediocre y mojigato; pero al que siempre estuvo muy apegada por ser el que la hizo famosa.
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Unos años después, sin embargo, la encontramos en el círculo de Alceo.
Cuando el tirano Pítaco tomó el poder, los jóvenes aristócratas temieron que intentase ganarse la simpatía de la turba expropiando sus bienes y asesinándolos: temor que no era injustificado, eran prácticas comunes a los tiranos. Planearon asesinarlo. Pero alguien los delató: una noche, mientras discutían su plan en casa de uno de los conjurados, los soldados llegaron y los arrestaron.
Pítaco no sabía que hacer con ellos: les dijo a los padres de los jóvenes que no quería ejecutarlos y pensaba enviarlos al destierro: le respondieron que, para un noble, el destierro era todavía peor que la muerte, porque implicaba no disponer del agua y el fuego sagrado para realizar el culto a los antepasados. “No quiero prohibirles realizar sus obligaciones religiosas, protestó Pítaco: ¡quiero tenerlos lejos para que no me maten!” De modo que les ordenó irse de la isla: sin confiscarles sus bienes ni prohibirles llevarse los elementos necesarios para cumplir sus deberes religiosos. Por esta medida sobre todo, Pítaco fue incluido entre los “7 sabios” de Grecia.

Alceo se enroló como mercenario en Babilonia; su hermano, en Egipto; Safo se fue a Sibaris, en Sicilia, donde tenía unos parientes. Pronto descubrió que las costumbres allí eran muy distintas a las de su patria: no podía asistir a banquetes, ni permanecer en una habitación con un hombre sin un pariente masculino, ni salir a la calle sola y debía caminar tres pasos atrás de su acompañante: como si la llevaran atada a una correa invisible.
Quizás porque las mujeres casadas tenían relativamente más libertad; quizás porque ya había pasado de los 20 y las ideas del sacerdocio habían quedado olvidadas, decidió casarse:

Era una muchacha no muy bonita, demasiado independiente para el gusto italiano, su virginidad era discutible por numerosas razones, había intentado apuñalar a un hombre y solía ponerse a contar anécdotas de la colimba. Sin embargo, un hombre se interesó en ella: un mercader no demasiado pirata que había leído algunos poemas suyos y la admiraba. Había recorrido todo el Mediterráneo y parte del mar Negro con sus propias naves. Fue un casamiento por interés y eso no se disimulaba entonces; pero ambos se tenían aprecio. Pero el hombre tenía una salud delicada y Safo pasó de soltera a viuda sin casi nada en el medio. La joven viuda, devenida por las circunstancias en una mujer de negocios, dejó de escribir poesía, o al menos no escribió en esos años nada que haya merecido conservarse. Sí visitó Creta, isla de la que se enamoró y aparece en sus versos como una segunda patria.
Mientras tanto, los temores contra Pítaco habían resultado infundados: este había dictado leyes más justas, mejorando las condiciones de vida de los ciudadanos pobres y los esclavos; pero sin dar apoyo a ningún proyecto de venganza estéril contra los aristócratas: que seguían viviendo relajadamente. Su fama de sabio se había acrecentado y los conjurados habían sido indultados de a uno. Safo era demasiado orgullosa como para pedirle perdón, así que Pítaco proclamó una “amnistía general”: que en realidad la afectaba a ella sola. Y Safo pudo volver a su patria.
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Tenía 32 años cuando regresó a Mitilene. Compró una casa con un amplio jardín junto a un bosque. Los tiempos habían cambiado: la generación de la post-guerra no deseaba que sus hijas se educaran como amazonas, por lo que las enviaban a convivir con safo, quien venía de vivir 12 años en Sibaris (el refinamiento de los sibaritas ya era proverbial). La villa fue registrada como un templo a las musas (era un formalismo religioso-legal común a casi todas las escuelas). No sabemos si había otros maestros: sí que Safo enseñaba música, poesía, astronomía, deportes,… Una discípula suya publicó un poema épico, otra ganó en los Juegos Olímpicos. Safo fue amante de varias de ellas y les dedicó varios de sus versos amorosos. Una jovencita se enamoró de ella de modo un poco obsesivo: Safo le correspondió al principio, pero decidió apartarla después: recibiendo amenazas de suicidarse de parte de ella.
Digamos dos palabras sobre la moral sexual de los griegos: tema sobre el que se ha escrito muchísimo y muy mal:
Los griegos creían que el amor mutuo era como que una moneda cayera de canto: puede ocurrir, pero es rarísimo. En todo amor, existe un amante y un amado. El amante se encuentra poseído por el dios, mientras que el amado solo valora racionalmente la conveniencia de ceder a su requerimiento: por el placer y los beneficios espirituales que recibirá. El amado, por tanto, está en una situación de poder con respecto al amante: para equilibrar ello, es bueno que haya una situación de poder en sentido contrario: que el amante sea un hombre y la amada una mujer; o el amante un adulto y el amado un muchacho. Por eso la ley prohibía las relaciones homoeróticas cuando ambos varones tenían barba o ninguno de los dos la tenía todavía: porque entonces eran iguales socialmente. Cuando la situación era inversa, como en este caso: y la jovencita era a la vez la amante, la más inexperta en la vida y alumna sometida a la autoridad de su amada , eso era censurado y mal visto. Un caso similar fue el de Alcibíades y Sócrates: responsable en buena medida de la acusación de “corromper a los jóvenes” contra este.

Las objeciones contra esta moral son evidentes. Pero conviene tener presente que los griegos no eran simplemente un montón de pervertidos.
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Safo fue la primera en usar versos de distinto metro en un mismo poema. Es difícil fechar sus fragmentos: pero hay consenso en que sus tormentosos fragmentos sobre la furia de la pasión amorosa son de su adolescencia, mientras que sus poemas más mesurados y más perfectos formalmente son obra de madurez: lo contrario sería psicológicamente muy extraño.
 

Tenía unos 47 años cuando tomó una decisión extraña que no explicó a nadie: cerró el Palacio de las Musas. Sus últimas alumnas fueron reenviadas con sus padres. Las únicas personas que se quedaron con ella en el caserón fueron una pareja de esclavos ancianos que se quedó más bien por compasión: venderlos era una crueldad y liberarlos a esa edad estaba lejos de ser un gesto generoso. El pasto creció y borró la pista de atletismo del jardín. El salón donde se reunían a cantar, actuar y declamar con sus alumnas estaba ahora lleno de hojas secas. Safo no iba nunca al pueblo. Los mitilinenses sabían por sus dos sirvientes que su ama no hablaba casi ni con ellos; que no mostraba signos de locura y que mantenía una pulcritud notable incluso viviendo como ermitaña. Solía pasear por el bosque vecino pensativa.
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Un día debió ir al Asia no se sabe por qué. Alquiló un bote de remos para viajar sola. El remero era un tal Faón: era un hombre libre pero pobre, dueño de su bote, que todos los días hacía el viaje de la costa asiática a la isla y de regreso. Safo le preguntó por que no estaba como remero en la Armada. “¿Bajo una cubierta inmunda? – Faón señaló el sol con la pera – Eso es bueno para las ratas”. A Safo le agradó. Yendo al grano: ese mismo día se habían vuelto amantes. Sabían que debían verse a escondidas; pero de algún modo, los parientes aristócratas de la poeta se enteraron, lo fueron a visitar a Faón y lo amenazaron. Faón no esperó que se lo dijeran dos veces y huyó a Sicilia. Safo malvendió su propiedad y lo siguió.

El barco donde viajaba hizo escala en Léucade: cuyo promontorio era famoso porque cierto mito trascurría allí. Safo no tenía ninguna gana de hacer turismo; pero, como de todos modos el barco iba a estar detenido varias horas, decidió estirar las piernas visitando el promontorio.
En la cumbre, cedió a un impulso repentino: tomó carrera y saltó al vacío. Su cuerpo se despedazó contra las rocas y solo pudieron recuperarlo al bajar la marea. Su corazón fue reenviado a Lesbos, donde se decretaron 10 días de duelo nacional.
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La costumbre de la época helenística de confeccionar “canons”  salvó a Safo de un olvido garantizado: Safo fue considerada una de “los 7 poetas líricos”: y contra eso pudo poco la misoginia de los jonios que tomaron el poder en Grecia tras su muerte; el odio de los primeros cristianos por sus cantos a Afrodita y el de los posteriores por el tema de los amores femeninos.

Se ha llamado la atención sobre la diferente actitud de Safo con sus amantes de uno y otro sexo: con las mujeres fue una Casanova versión femenina, refinada y cínica, que cambiaba de amante como de peinado. Con los 3 hombres que se le conocen fue una kamikaze: se enamoró apasionadamente y estuvo dispuesta a matar y a morir por ellos: ambas cosas literalmente hablando.
 
Platón, que admiraba a Safo, inventó el mito de que existen en realidad dos Afroditas: una “vulgar” y otra “celeste”. Esa idea brilla por su ausencia en Safo. Los intentos de ver en sus poemas una “filosofía”son arbitrarios y ya los antiguos se burlaron de ello. Pero si hay en ella “algo así” como una filosofía (en toda persona que ha pensado mucho la hay) podemos decir que Safo fue “monista”: se negaba a cortar la realidad en porciones, y por eso la diosa que UNE TODO aparece una y otra vez en el centro de su panteón personal. Pero, como bien dijo Silvya Plat:

“Cuando lo deseamos todo, estamos peligrosamente cerca de desear la nada”.
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Mensaje por Eris Jue Jul 09, 2015 11:17 pm

Me ha resultado interesante el relato histórico con toques de mito de Safo de Mitilene... 

...puedo entender su encierro, producto de la incomprensión del entorno, el querer alejarse de las personas que se muestran como si fueran ángeles de luz pero que interiormente poseen un alma oscura y venenosa, sentirse como un bote en alta mar en medio de una tormenta... 

...me viene a la mente Alfonsina Storni... 

...lo que no entiendo es... ¿por qué es algo malo negarse a cortar la realidad en porciones? 

...para mi la realidad está integrada de un montón de pequeñas realidades que al unirse como eslabones, forman como si fuera una gran cadena. Creo que al relacionar la información que nos ofrece cada eslabón de la realidad con la de otros, nos permite entenderla y asimilarla mejor que analizándola en fracciones... ¿estoy diciendo una estupidez?

...como mis estudios basados en filosofía rozan casi la nulidad, es posible que no haya entendido nada, pero igualmente me dio gusto leer y pensar en ello, considero que siempre podemos aprender algo nuevo y que nos iremos quedándonos mucho por conocer. 

Saludos
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Mensaje por Epicuro Vie Jul 10, 2015 10:44 am

Para nada dice una estupidez.

Solo señalaba dos tipos de pensadores, dos perfiles psicológicos: los que dividen la realidad en dos y los que la ven como una.
Los primeros separan la realidad en sectores jerárquicos, la disocian, hay dos Afroditas, dos Eros, dos físicas, dos dioses, dos ciencias, dos realidades, y necesariamente: dos morales. Son Platón, Aristóteles, los adeptos a las religiones rivales del cristianismo, el cristianismo popular con su “Diablo”, los teólogos cristianos y musulmanes, la ciencia corporativa hoy.
Los segundos rechazan esa disociación: admiten que el Eros que unió a Romeo y Julieta es EL MISMO que lleva al asesino serial a cometer sus crímenes. Son Safo, Heráclito, los atomistas, los monistas religiosos como los budistas, las sectas protestantes como los menonitas, los pintores naturalistas del Renacimiento, Spinoza, Nietzsche, Sabina Spielrein, Melany Klein, los científicos que aplican el método científico no solo durante las ocho horas de trabajo,…
Personalmente: estos me resultan más interesantes que aquellos. Así que no le veo nada malo a “negarse a cortar la realidad en porciones”. Salvo que, quien lo hace, tiene algo de suicida: para ver el diamante como una simple variación del carbón hace falta haber dejado de apreciarlo, de considerarlo “precioso”. Lo mismo quien ve en Romeo y Julieta una versión sumamente sofisticada de un simple apetito. A eso me refería con la sentencia de Sylvia Plat que puse.
 

Saludos.
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