Una anécdota y una reflexión sobre la amistad.

Una niña nació en una familia de clase alta norteamericana. La enviaron a un colegio caro y prestigioso: con biblioteca, gimnasio, campo de deportes, teatro y otras dependencias incorporadas. Se destacó como alumna y, cuando tenía 11 años, la incorporaron en el equipo de ajedrez para representar al colegio en un torneo inter-escolar. Les tocó en la primera ronda un colegio público de un barrio marginal que, por iniciativa de un maestro, tenía un equipo de ajedrez. Llegaron al lugar del torneo haciendo chistes racistas contra sus rivales. Miró desde arriba con una sonrrisa irónica a su rival: una jovencita negra con la ropa visiblemente gastada; y se sentó. Perdió. Irritada, le pidió la revancha. Perdió de nuevo. “Sos buena”, le dijo sonrriendo: esta vez amablemente. Su rival sonrrió tímidamente. “Tu tampoco juegas mal”.  Jugaron varias partidas más a 5 minutos, conversando relajadas. Se dieron la mano y se fue. Nunca volvió a verla.

Pasaron 12 años; estaba en la universidad y esta había anunciado que iba a aceptar alumnos “afro-americanos”. La mayoría de los alumnos se oponía a la medida. Unos pocos, muy pocos, la apoyaban. Ella era indecisa: los argumentos sobre el bajo “coeficiente intelectual” de los negros le recordaban sospechosamente a los usados para no aceptar mujeres pocos años antes. La invitaron a una manifestación de protesta. No sabía si ir o no: y le empezaron a citar una de esas investigaciones “científicas” sobre el “CI”. Vaciló (una estupidez con términos técnicos o nombre griego siempre es una tentación para un estudiante universitario). Su interlocutor eligió un argumento desafortunado: “¿Alguna vez viste a un negro que juegue bien al ajedrez?”, le preguntó con sarcasmo. La discusión se terminó en el acto: y ella se convirtió en la más enérgica defensora de la nueva normativa.
 

La anécdota me ha hecho reflexionar en esto: la publicidad de cerveza representa la “amistad” con un grupo de hombres que se reúnen seguido, viven cerca y hacen bromas de borrachos juntos. Si esas reuniones están ritualizadas y son “infaltables”, mejor. Que será la visión de la amistad más adecuada para vender cerveza, no lo discuto. Pero quizás las amistades más significativas, las más importantes, tengan poco que ver con reunirse todos los jueves en un bar. Las personas que más afectaron nuestras vidas quizás fueron gente con la que el azar de la vida hizo que nos crucemos en el camino una sola vez: pero esa única vez nos afectó profundamente, nos cambió, nos convirtió en una persona distinta y mejor de la que éramos antes. Esas creo que son las amistades importantes.

No estoy segura de que fuera una amistad, pero si una persona influenciable en tu vida. Ya puede ser un amigo o un desconocido. A veces, ese desconocido, es quien te hace ver la luz, abrir los ojos y quizá, descubrir quien es uno mismo.